EL REY MIDAS


       

Midas en la mitología griega fue un rey de Frigia.
 Poseía una gran fortuna y vivía en un lujoso palacio, con un hermoso jardín de rosas. Midas, tenia una hija de nombre Zoe, a la que amaba profundamente.
 Lo que a él lo hacia  sentirse muy feliz era la posesión de oro. Siempre contaba sus monedas de oro por diversión. Un día, el dios de la celebración Dionisio llegó a Frigia, acompañado por Silenio (dios menor de la embriaguez). Por su largo camino, éstos estaban muy cansados y se quedaron dormidos en el jardín de rosas. Midas los reconoció y los invito a permanecer un tiempo en su palacio.
 Dionisio, agradecido por su amabilidad, le dijo que le cumpliría cualquier deseo, a lo cual Midas respondió “Deseo que todo lo que yo toque se convierta en oro”. Entonces Dionisio le concedió ese deseo.
A la mañana siguiente, el rey Midas se despertó entusiasmado para comprobar si su deseo se había vuelto realidad. Extendió los brazos tocando una mesita que de inmediato se transformo en oro. Corrió por todo su palacio tocando todos los objetos que tenia a su paso, que se iban convirtiendo en oro.
 Midas estaba muy feliz.
 Pero al momento de desayunar no podía comer o beber ya que todo se transformaba en oro. Entonces, él comenzó a llorar. Su hija, al oírlo se acercó a consolarlo y al querer abrazarlo se convirtió en oro.
 Midas, desesperado, le suplicó a Dionisio que le quitara el poder de transformar todo en oro.
 Dionisio, conmovido, le dijo que la única  forma de revertirlo era que se lavara las manos en el río Pactulo. Mientras hacia ésto, Midas observo que una infinidad de pepitas de oro se acumulaban en el río después, tomo un recipiente que lleno de agua  y la vertió sobre su hija la cual volvió a la normalidad.
 El rey Midas, comprendió que es más importante el amor que cualquier posesión material.
 El mito del rey Midas es un claro ejemplo de la angustia que sufren las personas cuando no saben reconocer la verdadera felicidad.
 La codicia que dominaba al rey Midas es aleccionadora y nos lleva a pensar sobre las terribles consecuencias que podemos sufrir  cuando somos esclavos de nuestros propios deseos. 
Afortunadamente, Midas reconoció su error a tiempo y pudo revertir semejante situación.

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